Simone de Beauvoir (1908-1986), pensadora y novelista francesa, formó parte del movimiento existencialista y es una figura emblemática en la reivindicación de los derechos de la mujer. Participó- junto a Sartre- en los debates ideológicos del momento.
La defensa de la igualdad entre hombres y mujeres se había iniciado en la Ilustración (aunque muchos filósofos no se dieron cuenta o no quisieron) y consolidado en el siglo XVIII con el movimiento sufragista, que exigía el derecho de la mujer al voto. La Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 supuso el reconocimiento internacional de la igualdad entre seres humanos pero es en la década de los 60 cuando el movimiento feminista resurge con fuerza para reivindicar los derechos civiles y sexuales para la mujer. A pesar de que su libro El segundo sexo (1949) había supuesto el punto de partida teórico para el feminismo de esta etapa, su participación activa en el movimiento no empieza hasta 1970, convencida de que las revoluciones socialistas no habían logrado la liberación de la mujer y de que era precisa una transformación radical de la sociedad.
1.Su hermenéutica
En su análisis de la condición de la mujer, Beauvoir se sirve de una hermenéutica – una interpretación- basada en el existencialismo y en un diálogo crítico con dos teorías fundamentales de su época: el psicoanálisis y el materialismo histórico.
*El psicoanálisis, que afirma el determinismo total de la vida psíquica (la conducta se explica por procesos inconscientes) y basa el desarrollo del individuo en la sexualidad. Beauvoir reconocerá las aportaciones de esta teoría a la explicación de la vida psíquica, pero no aceptará estas premisas, que niegan la libertad del sujeto.
*El materialismo histórico propio del marxismo, que considera las relaciones sociales determinadas por la estructura económica de un momento histórico. Beauvoir y el existencialismo niegan el determinismo económico propio de esta teoría.
La moral existencialista, que niega cualquier determinismo, implica acción y compromiso: mis acciones comprometen la libertad de los demás. Beauvoir analizará la condición femenina a partir de un enfoque personal de esta filosofía.
2.El concepto de “mujer” y el método regresivo-progresivo
En El segundo sexo Beauvoir se cuestiona el concepto de “mujer”, habitualmente vinculado al hecho biológico, pero también al mito del “eterno femenino”. El eterno femenino es un concepto que nace en el siglo XIX. Define un arquetipo psicológico que idealiza un concepto de mujer asociado a unas características supuestamente naturales- la sensibilidad, la emotividad, la debilidad, la pasividad, la irracionalidad o la frivolidad, por ejemplo- y a un rol de cuidadora reducido a la esfera familiar. Este concepto es una especie de esencia de la feminidad, de la que participaría cada mujer en mayor o menor medida. Para Beauvoir la mujer, sin embargo, no puede ser definida como una esencia fija, ya negada por el existencialismo. Al proclamar que “No se nace mujer, se llega a serlo”, Beauvoir distingue los hechos- el sexo es un hecho natural- de los mitos: la feminidad es una construcción social producto de milenios de patriarcado y que se perpetúa a través de la educación. La autora emplea en el análisis un método regresivo-progresivo. La mirada regresiva (hacia atrás) trata de entender las claves históricas de la opresión, y revisa críticamente los discursos deterministas de la biología, el psicoanálisis y el materialismo histórico. Este análisis se extiende a los mitos que la cultura masculina ha elaborado sobre la mujer y que han constituido una sociedad patriarcal: “[…] el hombre se ha impuesto como amo frente a la mujer […] La actividad masculina al crear valores […] ha vencido a las fuerzas confusas de la vida; ha sometido a la Naturaleza y a la Mujer”.
El aspecto progresivo del método se centra en cómo las mujeres han modificado con su acción las situaciones concretas que han tenido que asumir, desde una socialización desigual hasta las formas de realizarse en una sociedad patriarcal. A partir de aquí, se plantea cómo lograr la convivencia entre los sexos.
3. La dialéctica hegeliana: la mujer como la “Otra”
Al constatar la desigualdad entre los sexos en todas las sociedades, Beauvoir concluye que se ha identificado al hombre como Sujeto (la conciencia que para ser ha de decidir, lo humano)- “la humanidad es masculina” y se ha diferenciado a la mujer con respecto al hombre, colocándola en una situación de inferioridad. No se la ha considerado Sujeto: es la Alteridad, la Otra. Hegel ya había afirmado que la conciencia se forja mediante el enfrentamiento con lo Otros, de manera que el sujeto se afirma frente a otras conciencias, que a su vez se afirmarán como sujetos y considerarán “Otro” a los demás, en un reconocimiento mutuo. En la relación hombre-mujer, sin embargo, no se da esta reciprocidad.
Hegel había planteado la dialéctica del amo y el esclavo: el amo necesita económicamente del esclavo, pero el esclavo no utiliza esta dependencia para emanciparse, porque reconoce el prestigio del amo y ha interiorizado su dependencia. Si no reconociera este prestigio, la rebelión sería posible. Según la dialéctica de Hegel, la progresiva conciencia de su importancia llevará al esclavo a conseguir su libertad.
Beauvoir aplica la dialéctica del amo y el esclavo hegeliana a la relación entre los sexos. Sitúa el origen en las sociedades primitivas, donde los hombres llevaban a cabo acciones valiosas y arriesgadas (como la caza o la guerra) mientras las mujeres quedaban relegadas a tareas reproductivas. El prestigio obtenido así hizo que se perpetuara un sistema de organización social patriarcal. En esta situación de desigualdad, la mujer encuentra ventajas- protección- y evita el esfuerzo moral de hacerse responsable de su propio proyecto vital.
4. La moral existencialista y el “sujeto situado”
El existencialismo de Sartre ya había afirmado que la existencia precede a la esencia, y que el ser humano es libre de constituirse según sus acciones. Esta libertad involucra inevitablemente a los otros y se produce en una situación concreta. El ser humano es sujeto situado, puesto que su acción tiene lugar en un contexto determinado, con condicionamientos biológicos y culturales. La situación de la mujer la ha condenado a caer en la inmanencia (un ser-en-sí, un objeto), mientras el hombre es un ser-para-sí, es trascendencia, posibilidad, conciencia. La condición humana es de por sí ambigua- es trascendencia (libertad, conciencia que trasciende lo animal) y es inmanencia (el cuerpo)-, pero la ambigüedad es doble en la mujer: como ser humano es libertad y autonomía. No obstante, le han impuesto una situación de dependencia.
Sin embargo, la situación puede asumirse de diferentes maneras. Beauvoir propone una moral basada en la autenticidad (reconocimiento de la libertad propia y la de los demás), sin mala fe en el sentido sartreano, es decir, sin engañarse por comodidad y para huir de la angustia de la libertad. Para afirmarse como sujeto y lograr un reconocimiento recíproco, la mujer debe tener oportunidades: libertad económica y sexual a partir de una educación igualitaria.
5.El factor cultural y la evolución colectiva
Para Beauvoir, el cuerpo es cuerpo vivido- “es una situación: es nuestra manera de aprehender el mundo”-, y la manera en que se vive depende del contexto cultural, de manera que el factor cultural resulta decisivo para comprender las causas de la opresión. Un recorrido histórico muestra la falta de oportunidades que la mujer ha sufrido para desarrollar su libertad, y cómo la revolución industrial del siglo XIX supone la incorporación de la mujer al trabajo y plantea el problema de la conciliación entre trabajo y maternidad. El control del propio cuerpo será condición necesaria para asumir la independencia económica. Beauvoir entiende que su momento histórico es una etapa de transición, y que modificar la situación supone una transformación cultural: deben producirse las consecuencias de tipo moral y social que la autonomía económica debe conllevar. Este nuevo contexto exigirá, a su juicio, una evolución colectiva que solo será posible mediante una educación igualitaria.
6. El legado de El segundo sexo
Con El segundo sexo ya convertido en un clásico, Beauvoir es una de las teóricas feministas más importantes del siglo XX, y la primera en abordar la condición de la mujer en Occidente de una forma interdisciplinar. Su obra marcará en los años 70 la denominada “segunda ola” del feminismo y pondrá las bases de la filosofía de género posterior al diferenciar el sexo biológico- que nos viene dado- del género como construcción social. Esta cuestión del género, junto con la valoración de la maternidad, serán los temas de Beauvoir que han suscitado más debate entre las autoras feministas posteriores. Mientras en El segundo sexo la maternidad se interpreta como una desventaja para la mujer, los feminismos de la diferencia relacionan la liberación de las mujeres con la preservación de una cultura que exalta lo femenino y denigra lo masculino. El feminismo de la igualdad, por el contrario, entiende que la construcción social- impuesta- de lo femenino y lo masculino debe dar paso a un nuevo concepto de ser humano que suponga la igualdad de los seres humanos. En cualquier caso, y a pesar de las controversias que ha suscitado a lo largo de las últimas décadas, El segundo sexo es la base intelectual del feminismo contemporáneo.
(Roger Corcho Orrit y Rosario González Prada. 2Bachillerato Historia de la Filosofía. Editorial Anaya. Madrid. 2023)